Una mañana al despertar de un sueño agitado, Micaela Rossi, se encontró en su cama convertida en lo que parecía ser un ave. Se desperezó como todos los días, sin darse cuenta que esta vez sus brazos, ahora transformados en alas, sobresalían de su colchón. Con sus ojos dormidos todavía, se levantó a mojarse la cara, ignorando que en cada paso que daba sus garras de los pies emitían un leve sonido sobre el suelo. Alcanzo a tientas el lava manos y prendió la canilla como pudo. Al llevar las manos a su rostro, se sorprendió al sentir demasiada suavidad en ellas. La hacia querer volver a la cama y seguir durmiendo, la relajaba.
De repente recordó que no se había puesto ninguna crema o loción el día anterior, lo cual le llamo la atención por sus suaves manos que tenia en este momento tocando su cara. Lentamente, alejó las extremidades que le cubrían la vista lo bastante como para poder notar que estas ya no estaban; en su lugar tenía muchas plumas rojas que seguían un orden especifico. Su expresión dormida cambió a una de espanto. Levantó la mirada hacia el espejo y se encontró con un pico en vez de nariz, plumas en vez de piel y pelos y dos ojos grandes, sus ojos. Seguía siendo ella, pero en el cuerpo de un ave.
El grito se debió escuchar en toda la cuadra, un sonido muy agudo y ensordecedor. En ese momento, se sentía en llamas, estaba aterrada. Corrió hacia su cuarto, haciendo que sus garras chocaran contra el suelo en cada paso y emitieran un sonido que la horrorizaba cada vez más. Al tirarse en la cama, se percató de que su colchón, antes blanco y cómodo, se había tornado en un negro oscuro y del que salia un humo cegador. Se levantó de un salto y se tapó la cara con sus alas, pensaba que estaba soñando. Esperaba que todo eso fuese solo una pesadilla de la que podría despertar. Pero no, era tan real como la existencia del sol. Respiró lentamente, intentando disminuir el fuego que la rodeaba. Aguardó unos minutos, ya más calmada y a una temperatura normal, y se sentó en el suelo ¿Que haría con su trabajo? ¿Cómo explicaría eso a su jefe? ¿Cómo saldría de su casa desapercibida? ¿Quién le creería a un ave enorme que habla?
Entonces pensó ¿y si simplemente no iba a trabajar? Se liberaría de ese odioso peso para siempre. Ni siquiera tendría que renunciar o presentarse como pájaro en la oficina. Se levantó del suelo, abrió la ventana y salió al balcón. Abrió sus gigantes alas y dejó que estas tocaran el aire matutino que rondaba por la ciudad; se preparó, respiró hondo y empezó a agitarlas hasta despegarse del piso.
Todavía no había mucha gente en la calle, era demasiado temprano. Solo había máquinas con trajes o vestidos que se movían apresuradas con el único objetivo de no llegar tarde a su oficio, antes era una de ellas, pero ya no. Nadie la vería, y si lo hiciesen, ella ya estaría muy lejos de allí.
Partís de una idea ingeniosa pero no lográs enhebrar las acciones con una lógica propia que las sustente y aparezcan como naturales para el lector. El tiempo que demora la protagonista en reconocer su nuevo estado o que pase tan rápido de la desesperación a la conformidad debilitan la credibilidad; "temperatura normal", ¿para ella o el ave?
ResponderBorrarRever algunas repeticiones y tildes.
NOTA: 7