Una mañana al despertar de un sueño agitado, Daniel Vorona
se encontró en su cama convertido en un ser raro. Sintió aquellos cambios físicos,
sentía que estaba hecho de piedra y le era imposible moverse. Intento mirar
alrededor pero su cuello estaba trabado, no lograba mirar más que hacía arriba.
Tras pasar los minutos la discapacidad de ver los diferentes ángulos no le
inquietaban, ya que podía ver la imagen completa.
Habían pasado horas y seguía sin haber visto a algún peatón
que conozca, sus amigos no habían salido de sus casas en todo el día. De
repente ve a su madre saliendo de su casa, dejo una caja llena de los posters y
objetos favoritos de Daniel al lado del contenedor negro, volvió a entrar a la
casa por un segundo y volvió a salir con billetera en mano, se acerco a la
parada de autobuses y al cabo de ocho minutos subió al colectivo numero ciento
cincuenta y cuatro, cuya parada se encontraba al lado de la agencia de
mudanzas.
Daniel pensaba que su sueño agitado continuaba, pero el
sueño había cambia a una etapa en la que nada tenía sentido. Muy por el
contrario todo tenía sentido: tenía sentido que sus amigos no salgan de la
casa, sus madres no les gustaría que se manchen la ropa y no se perdonarían que
manchen las calles; tenía sentido que le costase mover la cabeza; cuesta
moverse cuanto uno se sumerge tan profundo en aquel océano de concreto; tenía
sentido que viese para arriba, era un vándalo pero su corazón era el de un santo;
tenía sentido que viera la imagen completa, después de tales hechos cualquiera aprendería
su lección; tenía sentido que saquen todos sus posters de aquellas paredes, ya
que el departamento tiene que estar limpio para su entrega; tenía sentido que
su madre se mudase de aquel barrio. Aquel barrio que vio a su hijo nacer,
crecer y lo enterró en su océano de concreto.
El había muerto representando a su barrio en el cual su
madre alquilaba un departamento de dos ambientes, entrego su vida para defender
su posición no de dueño pero de huésped. El había muerto defendiendo un barrio que
lo maltrato y lo corrompió, el chico nunca se dejo corromper. Hasta que una
noche se le obligo a hacer algo que no quería, se dejo de resistir y cedió ante
la tentación de decir a que barrió pertenecía lo cual lo llevo a morir.
Una mañana al no
despertar de un sueño alocado, Daniel Vorona se encontró en su camilla de
hospital convertido en un cadáver más.
Termino de leer desconcertada porque no reconozco en tu texto la resolución de la consigna: ¿cuál es la metamorfosis? Además, queda pendiente la elaboración estética del lenguaje. Solo ponés el acento en la anécdota que se quiere contar y perdés de vista el discurso, ya que no hay ninguna intencionalidad literaria.
ResponderBorrarMomentos en que el relato desconcierta (es muy corto, así los errores se destacan) y se torna confuso.
Rever uso de tiempos verbales, construcción de oraciones, vocabulario, puntuación.
NOTA: 5