Cambiar de
Aire
Por Ciro Barria
Tomás Song era una persona muy tranquila de origen chino,
vivía en las afueras de Pekín, en un lugar más alto y más frío que el centro de
la ciudad, en el barrio Changping cerca de un área natural. Tomas tenía una
vida muy rutinaria: todos los días se iba hasta el centro de Pekín donde tenía
un puesto de té que él mismo atendía, aunque lo que a él lo volvía loco era el
café, una vez un amigo suyo turco se lo había hecho probar.
Su nombre no era muy común, más bien era excepcional. Todos
a su alrededor tenían nombres chinos excepto una persona, su papá, que era el
que había elegido ese nombre para su único hijo varón. El papá de Tomás se
llamaba Emmanuel, era filipino y allí muchos tenían nombres en castellano
porque Filipinas había sido una colonia española.
Un día Tomás,
volviendo de su trabajo, a la noche, encontró una cadena internacional de
comidas colombianas que abría a la vuelta de su casa. Ante la curiosidad y el
desconocimiento sobre Colombia, fue a cenar allí. Al entrar observó muchos
carteles en español, algo que lo hacía acordar mucho a su familia paterna,
probó una exquisita arepa y quiso hablar con el dueño para felicitarlo. Después
de una hora de conversación, el dueño le invitó un café colombiano, algo que
Tomás nunca había probado y ni sabía que en ese país era tan común consumirlo.
Quedo tan fascinado que quiso saber más sobre el país y le comentaron que
habían unos pasajes en avión hacia allá cruzando todo el Océano Pacifico,
haciendo escala en Los Ángeles (Estados Unidos) y aterrizando en Bogotá. Esa
noche llegó a una conclusión y pensó: “China no es para mí”.
Nunca le gustó sentirse diferente por su nombre ni por sus
gustos poco tradicionales, nunca le convenció estar con tanta gente alrededor
en espacios tan pequeños. Por otro lado, le fascinaba el café, gracias a su
familia sabía bastante español y le encantaba practicarlo escuchando Shakira y
Juanes pero le dio siempre vergüenza hablarlo frente a su familia y siempre
tuvo la ilusión de irse a vivir a otro país. Al día siguiente, Tomás en vez de
ir a trabajar como siempre a su puesto de té, fue directamente al aeropuerto
decidido a sacar un vuelo hacia Bogotá. El más grande problema era que no le
alcanzaba la plata para comprárselo. Su única salida era vender en el momento
su puesto de té e irse de una vez para siempre de allí. Se tomó unos 20 minutos
para pensar en el aeropuerto y se dijo: “Todo o nada”. Inspiró profundamente y
tomó una decisión: Colombia lo esperaba. Le vendió su puesto de té a un primo
suyo de mucha confianza y fue directo a la casa de su padre a comunicárselo.
Muy contento le dijo: “papá me voy a vivir a Colombia” en un perfecto español.
Emocionado, su padre Emmanuel lo abrazó y le dio sus ahorros que conservaba
para momentos de emergencia. Antes de irse con sus dos valijas de color azul y
rojo, se puso un buen saco con una camisa, un gorro que le pertenecía a su
padre, guardó todo su dinero en el bolsillo, llamó a un taxi y se imaginó
ilusionadamente cómo sería su viaje.
Ciro: si bien construís un protagonista interesante y con personalidad, la historia no logra conmover como podría porque los hechos se presentan de tal manera que resultan muy previsibles (ya el título anticipa el desenlace) y un tanto inverosímiles por la rapidez y facilidad con que se resuelven. Esto diluye la posibilidad de conflicto, anula la tensión narrativa y hace que el lector pierda interés por la suerte del personaje.
ResponderBorrarQueda pendiente la intencionalidad estética, el uso de artificios, la mirada extrañada para transformar lo real.
Rever puntuación, párrafos, tiempos verbales.
NOTA: 6