lunes, 22 de mayo de 2017

Mi cuento - Micaela Rossi

Infundios


Levantarse, ir al colegio, volver a casa, dormir. Cinco días de la semana. dos días mas para descansar o estudiar. "Eso es de lo único que se tienen que preocupar los chicos" muchos dicen. Y es cierto, para algunos e solo eso. Esas personas simplemente viven, no les importa esas palabras molestas, no las escuchan, ni las miran. Pero no todos somos iguales, no todos sentimos igual. 
Así que ahí esta ella, sentada, esperando. Todos hablan de una gran fiesta. Sabe que no necesita una invitación, pues todos podían ir; pero no está segura, necesita oírlo. Por lo menos que dijeran "¡vayan a la fiesta! están todos invitados". Así se sentiría parte, incluida. Aunque no lo fuera, aunque se engañara. Entonces se prepara, solo tenia que levantarse, caminar hacia ellos y preguntar. Solo eso y podría ir. Era muy sencillo, o por lo menos eso parecía.
Miro decisiva a los chicos que se reunían en un circulo y planeaban que harían el fin de semana. Pero en el segundo antes de despegarse de aquella silla de madera se arrepiente. 
Ahora, el lugar donde se encontraban sus compañeros estaba muy lejos. El aula se había convertido en un laberinto. Se parecía a un cable enredado imposible de desatar. Ella se encontraba en un extremo y la fiesta en  el otro. Pasaba el tiempo muy rápido y la niña seguía en esa posición, aterrada e inmóvil. Otro sábado, pensaba, jugando al Monopoli con su abuela, aquella que en mitad de la partida quedaba con la cabeza colgando y con la boca abierta, balbuceando palabras sin sentido; o al Twister con su hermana pequeña, que si no ganaba hacía una rabieta y empezaba a llorar llamando a su madre. Otro sábado en su casa. el timbre tocó y todos salieron precipitándose hacia la salida, no quedó ningún alma en aquella clase.
Desesperanzada, caminaba por el sendero interminable hacia su casa. Cargaba su mochila como si tuviese pilares en su espalda. Eran cuadras eternas. Sonaba una melodía en sus oídos. Y entonces, de repente, se paró. Siente una vibración en su bolsillo derecho. Al principio se sorprende, pero luego se da cuenta de que había recibido un mensaje. "Vas a la fiesta; no?". Lo leyó y lo miró con detenimiento, repasó cada palabra en su mente. Era lo que necesitaba. Aceleró el paso, en segundos llegaría. Pasaría por Bernie´s a tomar una chocolatada? O por la casa de Ana a regresarle los apuntes que le había prestado? no era que los necesitara ya, la materia la había rendido hace años. No, no había tiempo, tenía que prepararse. Entró a su casa y de a saltos subió las escaleras, escuchó un grito, tal vez la madre la llamaba, ¿había dejado la puerta abierta?. Lo ignoró. Llegó a su cuarto y se detuvo frente a su armario. Lo miró aterrorizada. Sonidos insoportables resonaron en su cabeza. Palabras saliendo de bocas. Personas murmurando, hablando de cuestiones ajenas, algo que no les pertenecía. Risas, muchas risas; y llantos, demasiado sufrimiento. Esos dientes que antes dibujaban su cara ya no estaban. Sus dos grandes ojos ahora se entrecerraban y se llenaban hasta rebalsar. Deseaba con todas sus fuerzas detenerse. Dolores fuertes rondaban en sus pensamientos. Se dejó caer, se deslizó por las suaves sábanas, hasta llegar a la cabecera y dejó que estas la abrazaran. Quedó mirando hacia arriba y las palabras "Vendras a la fiesta, no?" se repetían una y otra vez. las rajaduras del techo se agrandaban, se convertían en agujeros negros. tan grandes que podrían absorberla y llevarla a un vacio sin fin.
Entonces, un grito la despertó de su trance, y esas aberturas que hace un rato eran enormes, se habían convertido en grietas pequeñas. Tirada por un hilo, se levantó, se quitó la mochila y se acomodó en el escritorio. Agarró una guía y empezó a subrayarla. Odiaba las mentiras, pero ya era cotidiano. Tomó su celular. Estaría enferma otra vez, sí, sonaba típico de ella. Presionó enviar. Y se hundió en esas complejas palabras impresas que formaban el texto frente a sus ojos llorosos.

1 comentario:

  1. Micaela: construís un personaje atractivo, con un mundo interior intenso y reflexivo. Sin embargo, a partir de que llega a su casa, su situación se vuelve incomprensible, no se entiende qué está sucediendo ni porqué decide no ir a la fiesta. Resulta incoherente, acaba de llegar de la escuela, que responda que está enferma.
    ¿Qué son los agujeros negros, el trance, los gritos?
    ¿Por qué infundios? ¿Cuáles son las calumnias? ¿A quién busca difamar ella con sus mentiras?
    Aun más me desconcierta en relación con la imagen elegida.
    Hay pasajes geniales. Este me encantó: "El aula se había convertido en un laberinto. Se parecía a un cable enredado imposible de desatar. Ella se encontraba en un extremo y la fiesta en el otro. "
    NOTA: 6,50

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