TARDE
Lo conocí hace 14 años, una noche de verano, en un bar. Se acercó
a hablarme muy confiado y me invitó un trago. Esa misma noche comenzó nuestro
romance, a las semanas ya estábamos saliendo, a los meses en pareja. Las cosas
iban muy rápido, aunque bastante bien para ser tan jóvenes. Hace unos 10 años
en el festejo de mi cumpleaños número 22°, me levantó la mano por primera vez,
estaba impactada. Tiempo atrás había tenido comportamientos agresivos, pero no
tan notorios, nada preocupante a mi parecer. Durante un largo tiempo, todo fue
una montaña rusa. Días buenos, días malos, a veces muy malos. Luego todo se tornó
gris, más bien negro. No importaba qué hacía o qué decía, todo era motivo de
gritos o golpes, maltrato de cualquier tipo. Al año tuvimos a nuestro primer
hijo, Lucas, el desafío más difícil de mi vida. Y un año después, a Facundo.
Nunca pedí ayuda, no creía necesitarla. Mi marido trabajaba de contador, eso me
hacía pensar que estaba estresado y que tan solo se desquitaba conmigo. No me
daba cuenta pero vivía preocupada, un mínimo ruido en la casa y yo cubría mi
cara, pensando en su puño cerrado junto a mi mejilla. Luego de unos meses, empezó
a colaborar más en la casa, con los chicos, se portaba bien conmigo. Aunque
como decía mi mamá, todo lo que sube tiene que bajar. Y así fue, se le fue el
amor de nuevo, se le esfumó la alegría, volvió la amargura y la violencia. Lucas
y Facundo, al ser más grandes, observaban las situaciones, callados, sin
entender mucho. Sufría al pensar que ellos se convertirían en la misma bestia.
Cada día era peor, ya no aguantaba más, quería que se fuera de mi casa, pero no
podía. No quería arruinarle la vida a mis hijos, alejándolos de su papá,
aunque ahora que me doy cuenta, fue una mala decisión.
Los años pasaron y las cosas no cambiaron, pero aquella noche
llegó lo peor. Aquel fue un día común y corriente igual a todos los demás.
Lleno de gritos y golpes, llantos e injusticias. Tendría que haberme dado
cuenta antes que sus manos no eran tan tibias como pensaba, no todo era color
de rosa. Ahora ya era tarde, estaba tirada en el piso, rota como un simple y
barato objeto. Así me trataba él, qué ilusa que fui. Esta vez ya no hay vuelta atrás,
pensé. Mi cuerpo despedía sangre por todos lados, y todavía recuerdo,
fuertemente, los gritos desconsolados de mis hijos. Intentaba abrir los ojos y
solo alcanzaba a ver unas luces verdes constantes, insistentes. Mi interior quería
gritar a más no poder pero mi garganta no respondía, quería golpear y mi mano
no la sentía. Quería patalear y llorar para que me saquen de ahí, Lo único que quería
era ver a mis hijos, Lucas y Facu, de tan solo 8 y 9 años. Solo me interesaba
confirmar que sus pieles no sangraran, sus almas no lloraran, sus muñecas no se
quiebren y su vida no se arruine. Estaba en el lugar equivocado, se suponía que
estaban intentando curarme pero había manos que me tocaban sin parar, gente que
gritaba, y muchas luces, No existía lugar donde mi triste realidad, en aquel
entonces, no se hiciera presente; aunque no era lo más importante en ese
momento. Luche, desde lo más profundo de mi ser, para vivir. No pude.
Poco a poco, mi alma dejo de llorar, mi corazón se detuvo, mis oídos
callaron y mis ojos cerraron. Lo último que pude ver y escuchar fue a mis hijos
despidiéndose de mí. Me hubiera gustado poder advertirles, que ese adiós seguramente
iba a ser un hasta pronto, no un hasta siempre. Como siempre, ya era tarde. Muy
tarde.
Duro, pero aún así, muy bueno. Es interesante el papel del narrador que cuenta estando muerto. Si bien el extrañamiento solo se usa de forma leve al principio es un tema que comparándolo con la realidad cada día se vuelve menos extraño, este cuento es un reflejo de la violencia de genero que sufren las mujeres y que día a día penetra mas la luz y las miradas de la sociedad. Me gusta como describe la impotencia de la mujer en sus últimos instantes de vida y esté bueno leerlo para entender y tener en cuenta que lo que cada uno de nosotros vive y llama "realidad" no es lo mismo para todos.
ResponderBorrarLala.
Luz: elaborás un buen relato que cuenta una historia clara y con pasajes conmovedores. Sin embargo, no impacta como podría porque se sabe muy pronto qué va a suceder y no resulta el narrar desde la situación de muerte. La protagonista hace una reconstrucción permenorizada y lineal, incluso con detalles innecesarios pues solo dan información, que no resulta creíble en tales circunstancias.
ResponderBorrarRepensar qué artificios se podrían incorporar para mejorar el relato, volverlo más personal y menos pegado a la realidad concreta. También, el título.
Rever puntuación, párrafos, construcción de oraciones, ortografía.
NOTA: 7
Al editar, los párrafos deben alinearse con la herramienta "justificar".
ResponderBorrarme encanto el ir y venir de una trama que invita al lector a adentrarse emocionalmente
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