lunes, 22 de mayo de 2017

Mi cuento - Nahuel D`Angelo

Tiempo Perdido.


En 1770, Inglaterra era una revolución constante, en todo el reino se hablaba de máquinas metálicas capaces de hacer el labor de mil hombres en la mitad de tiempo, la cara de los diarios pronosticaban el comienzo de una nueva era, donde las máquinas nos harían la vida mucho más fácil; pero no en Cotswolds.
Cotswolds era un pequeño pueblo pesquero en el oeste del reino, famoso por sus bellezas naturales y sus hermosas colinas. Su economía se basaba en la pesca y en el poco de turismo, pero durante el invierno la actividad era casi nula y la gente de Cotswolds debìa apañárselas para sobrevivir con la recaudación del verano. Pero esto cambiaría…
Durante el invierno de 1771 los habitantes de Cotswolds estaban en crisis, en el verano, la pesca había sido escasa y el turismo se habia conformado por menos de 50 habitantes de europa entusiasmados por conocer la antigua casa de Shakespeare. Las personas estaban enloquecidas, Willie Harrington, el cantinero del pueblo, aseguraba que ni un milagro podría salvar a Cotswolds; mientras tanto el reverendo Lowe insistia en que Dios siempre cuidaba a su ganado, que Cotswolds superaría este invierno cómo había superado los demás.
La tarde del 21 de Enero en Cotswolds seguía la normal rutina del pueblo, la mayoría de personas estaban en sus casas junto al fuego o en la cantina bebiendo unos tragos, nadie esperaba nada, las ilusiones habían desaparecido ya de las personas.
De repente, empezó a escucharse un sonido,  parecido a una campana, pero con la simetría de un reloj. Todo Cotswolds se dirigo a la plaza central del pueblo a ver qué era lo que producía ese sonido, sin embargo solo encontraron a un hombre parado, vestido con esos nuevos atuendos de la ciudad, lleno de botones y con gorros elegantes que brillaban más que sus zapatos lustrados. El hombre dejó notar una sonrisa y con una alta voz se dirigiò al pueblo:
“Buenas tardes gente de Cotswolds, permítanme presentarme, soy William Tempus, pero pueden llamarme Tempus. He venido aquí a salvarlos, he venido a traerles el futuro a sus manos”
Los habitantes de Cotswolds quedaron anonadados, todos querían hablar, pero no sabían que decir, el único que habló fue el hijo de los Clinton, que con una sonrisa de ojo a ojo pregunto: “¿Què es el futuro?”
Tempus comenzó a dar un discurso con palabras que los pescadores de Cotswolds no entiendìan, pero igual lo escuchaban admirados, como si la palabra “industria” que tanto repetía el desconocido, tuviera dotes hipnóticos.
Si bien los habitantes no comprendieron en sì todo el discurso, entendieron la parte en la que Tempus les explico que ya no tendrían que trabajar solo en verano sino que este “futuro” podía darles dinero y comida todo el año.
Entusiasmados, la votación fue unánime, traer estas “industrias” a Cotswolds. Primero llegaron los carruajes llenos de ladrillos y materiales de construcción, luego los metales, después las máquinas, y por último, los relojes. Cotswolds nunca había visto tantos relojes en toda su historia, “el tiempo es oro y no podemos perder ni un segundo” decía el señor Tempus con su acento londinense.
Pasado el tiempo, las industrias se instalaron en Cotswolds, la gente estaba feliz, y, en el invierno de 1772 el pueblo no estaba preocupado por primera vez en la historia de poder llegar al verano.
En cuanto a Tempus, la gente dejó de verlo, se construyó una enorme casa en la colina y no salía a menudo. Pero a nadie le parecía raro, ya que sus relojes hacían el trabajo por èl, marcando los cambios de turno y las horas de producción.
Con el paso del tiempo la gente de  Cotswolds comenzó a replantearse cuan buena era esta industrialización, si bien el pueblo no corría riesgo de desaparecer durante el invierno, las jornadas laborales eran muy largas y la paga muy poca.  Cotswolds ya no era ese hermoso pueblo de gente con tradiciones, hasta el hijo de los Clinton había perdido su espléndida sonrisa, la gente estaba malhumorada y vivía discutiendo entre sì, el pueblo entero había perdido los estribos a manos del “futuro”.
Una mañana la gente se hartò, dejó sus puestos de trabajos y, conjuntamente, todo el pueblo se dirigió hacia la colina, donde estaba la mansión de el señor Tempus. Al llegar, Willie Harrington fue el primero en entrar, rompiendo la puerta a golpes y bajo el grito de “libertad”, pero todo Cotswolds quedó anonadado al darse cuenta que la mansión estaba vacía. Parecia un arbol hueco, no había ni muebles, ni pintura, ni el mismo Tempus se encontraba ahí; las telarañas se esparcìan por todo el techo, dando a notar que el abandono había sucedido hace un tiempo, o quizás nunca había sido habitada.
La gente volvió al pueblo, y, con el sonar de los relojes, procedieron a hacer el habitual cambio de turno en las industrias.

FIN.



3 comentarios:

  1. Excelente! Me gusta como se usó la intencionalidad estética para describir una realidad tan cruda. También esta muy bien planteado el dilema de los pueblerinos que sucumben tan fácilmente a la oferta de un comerciante.
    Prestaría un poco más de atención en la puntuación. Pero dejando esto a un lado es un 10, porque vincula la foto de una manera abstracta y subjetiva y además me hizo conscientizar sobre esta importancia que le damos al "futuro" y al "tiempo", que sin ir mas lejos es algo que solo existe en la cabeza de uno.

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  2. Nahuel: inteligente y atractiva la idea con que resolvés la relación entre la escritura y la imagen seleccionada. Del mismo modo, está bien elegido el narrador y el ritmo ágil con que presenta los hechos.
    Queda pendiente experimentar con la elaboración del discurso. Narrar no es decir lo que pasa sino hacer que pase, involucrar al lector y conmoverlo. Creo que el relato ganaría si la marcación del paso del tiempo se volviera obsesiva, desde la llegada de Tempus y limitaría el uso del término tiempo solo a él.
    Rever puntuación, párrafos, reiteraciones, algunas tildes.
    Al editar, los párrafos deben alinearse con la herramienta "justificar".
    NOTA: 7,50

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