domingo, 21 de mayo de 2017

Mi cuento - Lucas Joakin


AYER.
Hoy me costó despertarme, fue como si hubiese dormido un mes entero, pero no, dormí tan solo siete horas, el reloj de mi celular indicaba que eran las seis y media de la mañana, tengo que levantarme porque si no llego tarde al trabajo, no desayuné y salí corriendo a mi consultorio, el colectivo no llegaba así que decidí ir caminando pero con un poco más de velocidad para llegar a tiempo. Al llegar, no había nadie en sala de espera para atenderse , raro, pero necesitaba un poco de descanso, estuve sentada en mi correspondiente sala, aproveché y me serví un café  para poder desvelarme, me senté y sentí mi cuerpo totalmente entumecido, en ese momento me hubiese gustado ser yo la paciente y no la doctora.
Eran las ocho y llegó mi primer paciente, era una mujer de aproximadamente cuarenta y cinco años, alta, su cabello rojo intenso que demostraba en ella poderío, sin embargo su mirada era triste, como pérdida, nunca la había visto, era su primera sesión. A lo largo de la charla pude sentir que no estaba siendo totalmente sincera conmigo. Me contó que tenía dos hijos, que no trabajaba pero bien era profesional y al preguntar “porque no ejercía su trabajo”, me respondió que debía cuidar de sus hijos y su casa, y que su marido satisfacía las necesidades económicas de la familia. Si bien ella sentía que estaba todo organizado en su vida familiar, colegio de los hijos, labores de la casa, comidas, horarios; aunque sabía que eso es lo que quería hacer, no se sentía satisfecha, había algo que le faltaba, le pregunté que le faltaba para sentirse completa, y me contestó que no estaba segura pero que sentía que no amaba más a su marido, que si bien estaba cómoda económicamente, sentía que necesitaba autonomía e independencia, que necesitaba una vida distinta, poder trabajar de lo que a ella le gusta, poder tener una vida social más amplia que no sea solo su familia y no sentirse fracasada por querer tener otra vida. Su marido tenía un carácter sólido y a ella le era muy difícil enfrentarlo, ya que temía que sus hijos sufrieran la separación de sus padres, aparte ella le temía a él. Su situación me recordaba mucho a mi madre.
Salí del consultorio, ahogada, necesitaba tomar aire y pensar en cómo solucionar su problema, ya que estos tipos de casos son muy comunes en las mujeres y muy difíciles de superar. Luego debí volver al consultorio porque tenía un paciente más que atender, y éste no se presentó, menos mal, porque no estaba en condiciones de atenderlo. Tomé mi cartera y fui a almorzar, llegué al lugar y la mesa donde siempre me siento estaba vacía, esperando a que el mozo tome mi pedido, observé que en el noticiero mostraban que hubo otro femicidio, me sorprendió saber que la chica era de mi barrio, entonces decidí ir a la marcha que realizaban por ella, ésta se encontraba a tan solo quince cuadras de donde yo estaba, mientras caminaba hacia el lugar en mi cabeza no dejaba de resonar la situación en la que se encontraba mi paciente, me sentía un poco identificada con ella y con tantas otras mujeres que pasaban por lo mismo. Estaba ansiosa de llegar al lugar para poder repudiar todas juntas estas injusticias que se ven a diario, tan solo faltaban cinco cuadras para llegar y ya podía ver la cantidad de manifestantes que se encontraban en el lugar, por fin llegué, con tanta impotencia que sentía en ese momento no importaba su nombre, mi propósito de estar, era que estas situaciones no vuelvan a ocurrir y que al salir a la calle ninguna sienta ese miedo que nos paraliza. Comencé a prestarle atención a los carteles de cada manifestante y a lo lejos ver a mis familiares con un cartel y llorando desconsoladamente, al ir acercándome a ellos sentía que perdía el aire y que aumentaban los latidos de mi corazón con cada paso que daba. No lograba ver sus carteles y el motivo de tanto llanto, quise preguntarles y no me contestaban, solo seguían llorando.
    


2 comentarios:

  1. Lucas: terminé de leer tu cuento muy desconcertada y confundida por un final que resulta incoherente, descolgado de lo que se venía contando, ya que no hay ni informantes ni indicios que lleven a él, sino un cambio brusco en los hechos y una resolución que rompe la lógica de lo real sin que resulte verosímil. Tampoco convence la protagonista: ¿es psiquiatra?
    Queda pendiente todavía comprender y poner en uso el discurso literario.
    En algunos tramos la lectura se traba, pues hay oraciones que, por su longitud o construcción, impiden al lector seguir sin detenerse. Rever uso de conectores, puntuación, párrafos, vocabulario (escaso y repetitivo) y de tiempos verbales.

    NOTA: 4

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  2. Al editar, los párrafos deben alinearse con la herramienta "justificar".

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