El último sábado
Aquella mañana de sábado no tenía nada de diferente a las anteriores, pero comparado a las que le iban a seguir, era especial. Me levanté antes de que el sol se pose en el centro del cielo y como el almuerzo estaba casi listo sólo comí unas galletas para saciar mi hambre, que irónico pensar que ése sería el último sábado que mi mamá cocinaría. Justo antes de sentarnos en la mesa llegó mi papá del trabajo, y aunque puede que suene extraño es la verdad, él trabajaba los sábados. Nunca voy a entender cómo podía amar ese trabajo tan aburrido y rutinario donde estaba todo el día encerrado en una oficina pero ahora extraño aquellas cenas en las que nos contaba lo que hizo ese día, aunque claramente era igual que los anteriores pero lo escuchábamos de todas formas.
Después de almorzar ese típico y rico pollo al horno con papas que mamá cocinaba a menudo, subí a mi cuarto a hacer la tarea que era para el jueves pasado pero como claramente no la había hecho, la debía entregar obligatoriamente en la primer hora de la próxima clase. Admito que nunca fui una alumna muy buena o muy responsable pero igualmente me iba bien en el colegio.Cuando di por terminado mi trabajo decidí arreglar con alguna amiga para salir a caminar por el parque, que por cierto quedaba cerca de mi casa, y hablar de algo ya que el aburrimiento se estaba apoderando de mi ser. Luego de un rato sentí intriga ante cuál sería la cena de hoy, puesto que mi apetito comenzaba hacerse notar, pero más fijamente pensaba en proponerles a mis padres salir a cenar a un lugar pero nada extravagante. Aunque nunca me imaginé que no los volvería a ver, que no volveríamos a cenar juntos, ni que mi padre me contaría de sus días de trabajo ni que mi madre no cocinaría los pollos al horno que hacían los almuerzos más íntimos; pero lo que definitivamente detonó mi corazón fueron los cuidados que ellos me daban y que no volveré a recibir nunca más, porque ningunos se comparan a los que ellos me dieron. A veces la vida puede ser injusta, así como pasó con la mía y todo gracias a tres personas que entraron a mi casa a llevarse dinero y terminaron por llevarse sus vidas.
Que sobresalto fue cuando me levanté de la cama en la mañana y noté que, extrañamente, se sentía más fría que las anteriores a pesar de que el verano estaba ya comenzado. Bajé descalza las húmedas escaleras con cara desconcertada, aunque no había razón alguna puesto que todo estaba normal. Me sirvieron mi desayuno que constaba de una taza de leche con galletitas, otra cosa común y rutinaria que se encontraba ahora en mi día a día. Nada era nuevo, pero eso ya no era novedad. Todavía seguía recordando el sonido de las sirenas y cómo las luces azules y rojas cada vez se hacían notar más y pronto un escalofrío recorrió mi cuerpo entero, así que me apresure a comer todo para poder salir al patio a tomar un poco de aire. La directora solía crear algunas actividades para nosotros para que luego entremos más "relajados" y atentos a las clases, según explica ella, pero la verdad es que yo nunca estaba de ánimos para eso.
Los días pasaban iguales a los anteriores: leche y galletas, actividades, comida, estudios, descanso, comida, hora de descansar; nada era nuevo, nada era bueno. No quiero que por esto piensen que el orfanato era malo no, todo lo contrario. La directora y las demás mujeres de allí siempre fueron buenas conmigo, no sé si por lo que me pasó a mi específicamente o eran así con todo nosotros, pero siempre me trataron con sumo respeto, y compasión, y por lo que note a los demás también. No me quejo de mi vida, pero eso no significa que esté conforme con esta o que la festeje. Los extraño mucho papá y mamá, me duele el pecho de solo recordarlos pero sé que ustedes me tienen algo bueno para mi futuro; no siempre tendré 16 años, no siempre seré menor y cuando crezca y salga de aquí confió en que ustedes me guíen por el camino correcto, los amo.
Agostina: La idea disparadora es buena pero no cierra tal como la escribís pues hay algunas incoherencias en la historia y muchos errores en la expresión que la deslucen y distancian al lector de cualquier posibilidad de conmoverse con lo que sucede. Se dan muchas explicaciones o reiteración de ideas y se sobreentiende porqué ella está internada. Hay que releer varias veces para comprender su situación aunque no se justifique su estado mental con cómo cuenta.
ResponderBorrarEl tono y los modos del narrador se quedan en el decir pero no alcanzan a contar. Narrar no es decir lo que pasa sino hacer que pase. Repensar qué recursos te ayudarían a dotar el relato de intencionalidad estética.
Rever tiempos verbales, puntuación, construcción de párrafos, concordancia, vocabulario.
Al publicar, siempre se deben justificar los párrafos para que queden correctamente alineados.
NOTA:5