Alas para Volar
Soy diferente, por eso me buscan. Pienso de manera distinta, por eso me encierran. Estoy sola, por eso no fue difícil desaparecer de la sociedad. Entonces acá estoy, en una casa pequeña que aparenta ser grande, donde gente "no normal" como yo come, duerme, sigue órdenes y cada hecho que dices es catalogado como falso o incorrecto.
Al despertarme, miro mis alrededores, blanco. Literalmente sólo veo blanco, paredes blancas, cama blanca, puerta blanca, mesita de luz blanca, piso blanco y un puñado de pastillas blancas; se ve que a los hombres de blanco les encanta ese color, ¿Será que es el color de la normalidad y la salud?. Lo único no blanco, es el reloj ubicado sobre la mesita de luz que se supone que debe despertarme. Siempre he odiado los relojes con alarmas, porque se encargan de interrumpir tu siesta pacífica con un susto que te hace saltar de tu cama para despertarte, por eso me levanto antes de que suene, lo desactivo y miro la ventana hasta que un hombre de blanco me llame.
Eran pasadas las 8 de la mañana, y se escuchó la puerta siendo golpeada: "Lira, Lira", exclamó un hombre, "A levantarse y a dirigirse al comedor. ¡Ahora!" prefirí no contestarle, que me lo diga cara a cara. Después de unos segundos, la voz impacientada del hombre de blanco vuelve a oírse: "No abrís, entro yo" y de una patada la puerta se abre. El hombre entra con su pelada mostrando su estrés, sus anteojos gruesos, su saco blanco que le llegaba hasta las rodillas y con el mismo ceño fruncido que puso luego del "incidente".
"Me estaba arreglando, ¿acaso una joven de 17 años no puede estar bella?" le dije para que se calme, "No necesitás arreglarte si nadie se fijará en vos" respondió, me agarró del brazo y me llevó hacia el comedor.
El comedor era un lugar más deprimente que mi habitación. Tenían mesas y sillas de metal blancas organizadas de manera estricta, como si vinieron hombres del ejército a acomodarlas. Allí, en la mesa de atrás de todo, estaba la persona a la que podía llamar "compañera de plática", Lola. Como siempre, me guarda un asiento para que me siente y como soy generosa lo acepto. Cuando lo hice, vi mi bandeja de desayuno: un plato de cereales, con pastillas sobre la comida que sólo un ciego no lo notaría, y un vaso de jugo de manzana. El vaso de jugo me lo tomé sin precauciones, pero el plato de cereales ni lo toqué. De ahí se me quedó mirando Lola con sus ojos grises siendo tapados por su pelo lleno de canas: "Debes comer Lira, cada vez te estás poniendo más delgada" dijo con su tono suave y pacífico. "En serio, todavía me colocan las pastillas en mi comida" dije "Ingrid dice que te aumentaron la cantidad de la medicina desde el incidente" explicó Lola. Ingrid, su mejor amiga de la infancia que sabe todo, cuando conocí a Lola me dijo que gracias a ella está encerrada con los "no normales", o también conocidos por los hombres de blanco, como los "insanos"; nunca la conocí a Ingrid porque es muy tímida y sólo Lola puede verla. Quería decirle tantas cosas como: "Acaso no saben que no quiero ser normal y sana como un hombre de blanco. Dicen que es lo correcto pero no es cierto, ¡Nadie puede ser normal!" o "No hubo ningún incidente, solo quería salir volando y no me dejaron". Pero se acabó el horario del desayuno, lo que significa, que hay que volver a nuestras habitaciones y seguir con nuestras vidas solitarias.
Apenas volví a mi habitación, lo primero que hice fue mirar a la ventana mirando el horizonte, pensando si hoy lo podré hacer. Espero que sí porque no puedo soportar más tiempo encerrada. Solo hay que esperar a que sea las cinco de la tarde, ya que a esa hora es cuando los hombres de blanco se alejan. Decidí colocarme una prenda nueva para este día, abrí por primera vez mi mochila después de mucho tiempo y encontré una camisa y una pollera que no eran de color blanco, perfectos para hoy. Me lo puse con alegría porque nunca vi unos colores tan diferentes al blanco, a tierra y a cielo; "¿Será que habrá más colores?- pensé- Pues pronto lo sabré, solo hay que esperar."
Ya era la hora y, como predije, todos los hombres de blanco se alejaron lo suficiente de mi habitación para no detenerme como la otra vez. Abrí la ventana, me metí adentro de esta y salté como nunca había hecho en toda mi vida: "Es hora de utilizar tus alas para volar" me dije. Sabía que para obtener algo deberías entregar algo del mismo valor, y este caso no fue la excepción, comencé a sentir un dolor espantoso; peor que mil hombres de blanco tironeándome del brazo, peor que llamarme enferma, peor que estar encerrada, peor que todo. Pero recibí lo que quería, salir de mi jaula y volar, como siempre me lo he merecido. Me paré encima de mi jaula, como una muestra de victoria por haber salido de mi aislamiento, y vi a toda la gente de este lugar saliendo de manera descontrolada mirando el suelo color de tierra. Y cuando digo todos, me refiero a esa palabra en específico: los hombres de blanco, los insanos e inclusive Lola. Traté de llamar su atención, pero nadie se fijó en mí. "No vine acá para presumir a todos que pude salir por mi cuenta" me dije y seguí adelante volando a través del cielo sin mirar hacia atrás sólo a los nuevos colores, los nuevos objetos y las nuevas personas que probablemente conoceré. Siguiente sueño: Volver a mi lugar, aunque me lleve toda mi vida tratando de cumplirlo.
Tomás: Planteás una idea sencilla y clara, pero en la que los hechos resultan muy previsibles y se resuelven con una facilidad que resulta ingenua para el contexto en que se ubican. Además se da mucha información, incluso innecesaria.
ResponderBorrarLa estructura interna del texto escrito, el hilo que conduce el significado central, el patrón lógico de las ideas, se mantiene a lo largo del relato, aunque no siempre funcionan las conexiones entre una idea y otra. Del mismo modo, el título anticipa el final demasiado pronto y pierde interés.
Errores en el uso de puntuación, gerundios, ortografía. Revisar construcción de algunas oraciones y repeticiones innecesarias.
Al publicar, siempre se deben justificar los párrafos para que queden correctamente alineados.
NOTA: 6